Irrational man

Como viene siendo costumbre, Woody Allen nos da su trabajo anual. Presentada fuera de concurso en el Festival de Cannes, está protagonizada por Joaquin Phoenix y Emma Stone.

Estreno: Desde finales de septiembre se puede disfrutar en nuestro país.

Sinopsis: Abe Lucas (Joaquin Phoenix) empieza a dar clases de filosofía en la universidad de una pequeña ciudad. En plena crisis existencial mantendrá relaciones con una alumna suya (Emma Stone) y una compañera de trabajo (Parker Posey). Woody Allen se vuelve adentrar en el sendero del crimen perfecto.

Crítica: El genio neoyorquino ya tenía tres películas dedicadas a la búsqueda del crimen perfecto, y todas con resultados asombrosos. Delitos y faltas y Match Point fueron brillantemente reconocidas (ambas estuvieron nominadas a los Oscars), pero fue su última película dedicada a Dostoievsky la que pagó los platos rotos. La infravalorada El sueño de Cassandra pasó sin pena ni gloria y recibió muchísimos palos, la mayoría de ellos injustificados.

En esa trilogía original basada en Crimen y castigo, los protagonistas se preguntaban si el asesinato estaba algunas veces justificado siempre que eso conllevara a un bien mayor. ¿ Puede un hombre vivir sin remordimiento o sentimiento de culpa? En cada película, los personajes experimentaban esas dudas existenciales de una manera distinta. En Delitos y faltas, ese sentimiento de culpabilidad se paliaba al final; en Match point, Chris Wilton solo estaba preocupado por que le cogieran y no por el acto cometido, y finalmente en El sueño de Cassandra cada hermano estaba en las antípodas en cuanto a sentimientos se refiere. Mientras que uno veía los beneficios que le iba a suponer el asesinato, el otro sucumbía a la culpabilidad y caía derrotado. En Irrational man tenemos una nueva visión sobre el crimen perfecto. Es decir, el asesinato como razón de existencia y forma de vida. No solo Joaquin Phoenix no se siente culpable, sino que gracias a ello encuentra sentido a su vida.

Woody Allen decide poner las cartas sobre la mesa desde el principio. Es una película sencilla, que va directa donde quiere y que no se anda con florituras. Tal vez sea porque está ya mayor el de Brooklyn pero siempre se agradece que sus películas sean cortas pero efectivas. El film comienza introduciéndonos a los personajes. Abe Lucas es un profesor que sufre una crisis existencial y que va a empezar a dar clases en una universidad. Nada tiene sentido en su vida y ese problema le ha llevado hasta el punto de no poder tener relaciones sexuales con ninguna mujer. Por otra parte, tenemos a Jill Pollard, una alumna ejemplar y que mantiene una relación perfecta con su novio. Las voces en off de ambos, que van a estar presentes durante todo el metraje para mostrarnos los diferentes puntos de vista del problema que está por llegar, nos dan pequeños detalles pero profundos para dejar establecidos el carácter y la personalidad de cada uno.

Aunque surge una fuerte amistad entre ellos dos, Jill quiere algo más que eso. Abe, por el contrario, intentará detener un romance que parece que está destinado a producirse. Mientras tanto, mantendrá una breve aventura con una profesora. Su incompetencia en la cama y su vacío existencial llegan a su fin cuando escucha en un restaurante el desolador relato de una mujer que va a perder la custodia de sus hijos por culpa de un juez que es amigo de su marido. Esta injusticia le cambia profundamente, y desde ese preciso momento se pondrá manos a la obra para cometer el crimen perfecto y así ayudar a esa pobre mujer. Es a partir de ahí cuando la película se convierte en una profunda reflexión sobre el asesinato como bien común.

Allen vuelve a jugar con la suerte. Al igual que en Match point, el vehículo narrativo acaba finalmente siendo el azar. Y es que todas las acciones y sus consecuencias de vida o muerte se deben a ello. A diferencia de sus otras películas, esta es la primera donde su protagonista no conoce a la víctima. Es fruto de la suerte. Como el mismo director dice, “creo firmemente en la completa aleatoriedad sin sentido de la existencia”. Es, además, una obra muy filosófica. No es casualidad que Abe sea un profesor de filosofía, puesto que las materias tratadas en sus clases ( Kant y Kierkegaard entre otros) serán las bases de la historia. Y esto es la verdad y su subjetividad. Lo que Abe ve como algo racional y que tiene sentido, Jill lo ve como un acto que no tiene justificación.

En cuanto a tono, Irrational man es más cercana a Delitos y faltas o incluso Blue Jasmine. En Match point, la película llegaba a un punto que producía incomodidad ante la locura y la desesperación que vivía Jonathan Rhys Meyers. Aquí, en todo momento se vive un ambiente cómico y hasta las situaciones más dramáticas (el asesinato, por ejemplo) producen cierto humor negro. Además, la inestabilidad mental de Abe llega a recordar a la de Cate Blanchett. Es el típico papel que veinte años antes habría protagonizado el mismo Woody Allen. Emma Stone, por su parte, está a la altura y lo tiene todo para convertirse en una «chica Allen».

Está rodeada de una atmósfera juvenil – por algo se desarrolla en una universidad- que se ve reforzada por una fotografía cálida y que realza los colores. Eso unido a una banda sonora alegre y divertida a golpe de piano que hace que no te tomes en serio la tragedia.

Mucho se critica Woody Allen sobre la originalidad de sus guiones. Dicen que ya están cansados de que cuente siempre los mismos temas. Lo curioso es el doble rasero que tienen con según qué director. No hace falta hablar sobre quién es, por ejemplo, Yasujiro Ozu, uno de los más grandes, pero que sin embargo todas sus películas eran muy parecidas en cuanto a trama y estilo. Y si ponemos un ejemplo más reciente, podríamos nombrar al finlandés Aki Kaurismäki, mitificado entre los más cinéfilos. Estos dos directores siempre han reflexionado sobre los mismos temas y no se ve a nadie que les critique. En todo caso, habría que agradecer a Allen que, a partie de esas mismas inquietudes que tiene, sus trabajos siempre sean frescos.

Nota: 8/10

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